Memorias Vivas - El Wiston, el Etchegaray de la otra Punta

Memorias Vivas - El Wiston, el Etchegaray de la otra Punta

Memorias Vivas - El Wiston, el Etchegaray de la otra Punta

El Wiston, el Etchegaray de la otra Punta

Memorias vivas de Punta del Diablo

por Néstor Ventre (Cacho)


Se declara un "sobreviviente sin causa", y es un término interesante para empezar la reseña de un ciudadano que hace muchos años llegó a estas costas: El Wiston, quien en su partida de nacimiento reza “Winston”, pero que quitó la “n” de su nombre por considerarlo así más auténtico. Es sin dudas el mejor relacionista público del lugar -nuestro Alfredo Etchegaray-; fue la primera inmobiliaria del lugar -llegó a regentear cincuenta y una cabañas de distintos propietarios-, fue pescador, almacenero, vendedor de libros, militar, trabajador de la construcción, además de excelente artesano.

 


Un personaje imperdible que ha vivido y participado de la historia de este pueblo hasta nuestros días. Al que se lo ve en su casa, allí en la playa del puertito, cerca de prefectura, en un  ranchito que sufrió varias transformaciones con los años. Siempre está vestido de forma casi exótica con collares, pantalones cortos con botas, y en oportunidades habla un idioma inentendible entre el francés y el portugués. Por su casa pasaron cientos de personas de todas las clases sociales y razas; un sitio privilegiado, que desde donde se mire se ve el horizonte del mar, siempre delante de los ojos. Empedernido cuidador de pingüinos, que salen de las aguas  de frente a su casa con la premonición de que allí encontrarán cobijo; crió y cuidó muchos de ellos. Algunos famosos permanecieron seis meses con él, hace pocas semanas estaba al cuidado de un Magallanes, especie de pingüino con pecho blanco y dos franjas negras, recién arribado a la costa. El Wiston es un personaje diablense ciento por ciento.


-Nací el 24 de Abril de 1957 en Chuy, en realidad ese día fui presentado pero no sé el día exacto en que nací. Hijo de Flora Acosta y Juan Machado; yo me crié con mi padre, él se casó dos veces, primero como Washington Machado y después con mi madre como Juan Machado. Eso, porque se crío con una familia adoptiva, es medio complicado de entender. A los tres meses de nacer me dieron por muerto, pero mi padre me llevó al Dr. Aristimuño, mi madre no quería saber nada de que se le fuera a morir otro hijo más (ya habían fallecido dos). Me hizo unas curas y mejoré, me salvé con el cuidado de mi viejo y abuela. Después de esa vez estuve varias veces por morir y no muero, de allí que me considero un sobreviviente. 

Recordé que en una gran sudestada, hace como quince años, el agua pegaba en las cabañas de Cabrera que El Wiston administraba, en la noche y con unas cañas de más -que no eran de pescar- se cayó al mar y casi se ahoga, lo sacaron en la más absoluta oscuridad medio muerto. Doy fe de que es como el gato, aunque las siete vidas ya las gastó y anda con las de repuesto. En los últimos años lo internaron varias veces, muchas de ellas pensando que era la última vez.

Por otra parte, en referencia a los pobladores diablenses y a sus vecinos, señaló: -En realidad la mayoría de la gente de aquí era de Castillos, siempre hubo una gran comunicación  entre estas dos ciudades. Chuy era muy pequeño seriamos mil, mil quinientas personas cuando nací, las familias eran numerosas, por eso más tarde se mezclaron entre sí, seríamos treinta o cuarenta familias. En realidad, esta zona es de apellidos de predominio portugués, que incluso eran cortados como los “Acosta” por “Da Costa”, y muchos otros.

El Wiston tiene un padrino de ilustre apellido, según contó: -Mi padrino es el Niño Priliac, muerto muy joven, hijo de Don Samuel Priliac, un ilustre y famoso comerciante de la zona de Chuy. Cuando mencionó a Samuel (así se lo conoció siempre a Priliac), le comenté que recuerdo muy claramente el viajar al Chuy con mi padre y mi abuelo a lo de él, de eso hace cerca de 60 años. Recordé un sombrero de paja que me regaló, e inmediatamente que conté esta historia, El Wiston “saltó”: -Sí, los famosos gorros de Samuel, él los regalaba a los que compraban mucho, cuando la gente pasaba por la aduana era como la seña que llevaban mercadería. Particularmente le pregunté si quería que publicara esto y me dijo que sí. 

Contó otra anécdota de Samuel: -Allí donde está Magazine ahora, Samuel tenía un almacén, y una vez entró un cliente a comprar un paraguas. Barner (el hijo de Priliac) era el vendedor, entonces le vende el paraguas y el tipo se va, al poco tiempo regresa diciendo "este paraguas está roto". En el lugar había un empleado que se llamaba "Dudo" y cuando Barner lo llama le gritó "Dudo": resulta que el cliente entendió que el dudaba de su palabra y allí se armó un lío bárbaro. Se llegó a las manos, hasta que alguien se acercó  y le explicó al cliente que “dudo” era un seudónimo del empleado y que Barner no dudaba de él, finalmente le dieron otro paraguas y el tipo se fue. 

El Wiston continuó recordando aquellos viejos tiempos:

 -En Chuy cuando era pequeño, la fuente de trabajo que había era la Fábrica de Tabaco. Pegado a la Escuela N° 28 estaba el Correo, allí trabajaban muchas personas, dos de mis hermanas trabajaron allí, recuerdo que de chico yo les hacía los mandados. Iba al almacén, iba y venía haciendo cosas, me acuerdo de eso muy claramente; era una linda vida, tranquila, apacible. Chuy fue un lugar siempre de contrabando, los brasileros venían a comprar grasa, fideos  y harina, y se llevaban las bolsas para  Brasil, había un tal Ventura que manejaba todo eso.
Vine a Punta del Diablo por primera vez a los once años con mi madre, vinimos caminando desde la hostería, un ómnibus nos dejó allí y después caminamos entre dunas y cruceras. Llegamos a visitar a Sonia, mi hermana mayor, que ya hacía un tiempo vivía aquí. En aquella época iba y venía a Chuy, después algo más grande venía a la casa de mi hermana y Walter, allí me puse a pescar.

Estamos hablando en el año ‘77 más o menos, por aquella época aquí se hacían entre ochenta y cien kilos de bacalao, y se vendía a $ 9.50 el kilo y se pagaba a los treinta días. El pueblo vivía de eso, se vendía muy bien, ya que era la costumbre en el Uruguay comerlo, ahora esa costumbre se dejó. Le repregunté si esa cifra era posible-Sí, esa cifra es verdad, preguntale a cualquier pescador, en aquella época llegue a contar treinta y una lanchas (tengo versiones que llegaron a veintiocho), y cada lancha podía procesar cinco o seis mil kilos es por eso que digo que esa cifra de cien mil kilos es verdad. 
 

 

 

 

 


 Hizo un preámbulo y dijo: -Debido a fuertes temporales (que yo no los vi), al puerto lo trasladaron de aquí al Rivero. Allí fue el puerto durante muchos años, esto fue medio provisorio ya que era muy difícil desembarcar una lancha con tres mil kilos de pescado y tener que trasladarla a los galpones, aquí donde yo vivo. Yo embarque en muchas lanchas de aquí, la Ana Carolina, en la Walson como capitán Amorín, el que tenía el "atorro" allí frente al camping. También embarqué en la Pinta Roja que entraba un tal San Martín, familia que eran de Castillos, la Lavalleja Terra, propiedad de Walter Dinegri padre, recuerdo un día salimos con el Mono Dinegri, su hijo y nos agarró un temporal en alta mar se puso todo negro, un marino con mayúsculas, y la pasamos muy fea, no sé cómo salimos.

 

Nuestro diálogo se hizo entrecortado, ya que él mencionó a muchas personas que ambos conocíamos y en el medio hablamos de ellas, la conversación se hizo larga y entreverada. En el medio de las historias que contó, ésta fue una de ellas: -Por el setenta y ocho recuerdo que llevé al Chuy bacalao a vender, lo vendí a $ 19.50 el kilo, vendí ciento veinticinco kilos en la zafra, y le jugué a la quiniela y gané. Toda mi vida le continué jugando y saqué varias veces, incluso saqué con Gabriela Panizza (compañera de viaje) ese número en Brasil cincuenta mil reales, se lo decía a todo el mundo y la gente jugaba al ciento veinticinco. Regalé todo el dinero, uno al Nacho Morán, mi sobrino. Nombró a otras personas, y se entreveró con la ganada de dinero en Brasil y su historia -que es verídica-.

Pareciera que fuera un cuento, es que El Wiston es medio salido de un cuento; como planteó su vida, como la vivió y la vive. Recordé que hace muchos años tenía un almacén, un día pasé y fui a comprar no sé qué cosa, y costaba $ 45. El producto valía más, pero él cobraba $ 45, todo valía $ 45; supondrán ustedes el tiempo que duró el almacén de El Wiston. Un personaje crudo y singular, imaginario para la literatura escrita, pero real para los que lo conocen.

 Se armó un cigarro y tomó una caña que no lo abandona. -Además de pescar, después me dediqué al turismo y fui el primer "ambientalista", éramos dos: el finado Vasco  y yo. El viejo Vasco tenía sesenta cabañas y yo tenía cincuenta y cuatro, le alquilaba a Cabrera que tenía veinte cabañas, al Gallego Fernández que tenía seis; a mucha gente, trabajaba muy bien alquilando y ganaba mi porcentaje. Hasta hoy mucha gente viene a saludarme, gente de hace veinte años que eran niños y no me acuerdo ni de sus caras y nombres, ahora crecieron. Fue muy linda aquella época de los alquileres; aún hoy tengo alguna cabaña que alquilo pero no tantas como hace años.

Después en el año ‘90 abrí el almacén aquí en mi casa "Le Wiston", el Vasco ya tenía su almacencito de cuatro tablas, él vendía mercadería brasilera; yo no, siempre vendí cosas uruguayas (más adelante en el ‘94 abrí con mi hermano). Después mi casa fue la casa de todos, la gente que pasó por mi casa millones, la gente que durmió en mi casa cientos y cientos, no alcanzaba el piso para tanta gente, conocí gente de todos los países. Llevé una vida vertiginosa, ‘multiloca’ daría para hacer un libro con tantas historias, cuentos y anécdotas que viví.

Por otro lado, contó la historia de cuando entra a la Aviación Naval: -Como por el ’79, con veinte años, mi madre me dice ‘mijo, por qué no va a la Comisaría’, yo creía que era para sacar a alguien, ya que era yo el que sacaba a la gente cuando había algún problema. Yo me portaba bien, y era yo que sacaba a los que se portaban mal; pero resulta que mi madre me decía que fuera a la comisaría para que me fuera anotar a la Naval. No entendí bien cómo en la comisaría se anotaran para la Naval, pero parece así era en Chuy. 

-Yo ya me había inscripto en el ‘78 en la Fuerza Aérea en Montevideo, porque mi hermano Juan trabajaba de mozo allí, y me lleva a mí y a mi otro hermano (El Leo) a cortar pasto. Me hicieron  después cortar el pelo con un gallego allí, yo no quería pero más tarde nos presentamos. Cuando nos dijeron que podíamos hacer, mi hermano Juan dijo ‘cortar el pasto’ y nos peleamos allí mismo, a mí me gustaba la mecánica, cómo iba a cortar el pasto. Así quedó trunca la entrada a la Fuerza Aérea. Y nos venimos para Chuy de vuelta, pagamos $ 25 el pasaje en Onda. Terminó el cuento de cómo se inscribió en la Naval en la Comisaría 5ta de Chuy con su inseparable hermano Leo: -El primero de mayo del ‘79 firmé la entrada en la Naval y estuve hasta setiembre del ‘88. Estudié mucho, les pasé por arriba a todos, disculpa por mi ego pero es la verdad. 

No se sé si fue él o fui yo, pero nos perdimos en mil anécdotas mientras el olor a fritanga que hicimos para el almuerzo aún olía en la casa. La tarde cálida del atípico agosto nos invitaba a salir y tomar un poco de aire. Me quedé en su entrada a la Naval y su deambular por Castillos donde se casó con la madre de sus dos hijos: Diana De Sousa Rocha. Vivió en San Luis* -según El Wiston donde está el arroyo más profundo del Uruguay-, un pequeño pueblito contiguo a 18 de Julio. Un lugar muy particular, de esos pueblos de una sola calle principal y donde llega un forastero  y la gente sale a la vereda para ver quién arriba. El Wiston es un personaje que caminó estas tierras y deambuló entre el mar, la tierra, las sierras y los arroyos rochenses.

En la conversación se mezcló una historia de una tal Débora, una italiana que llegó con otro tano, Maximiliano, y trabajaban con él haciendo cabañas con Carrau. El tano le decía a Andrés "yo te dono", que en italiano quiere decir "te regalo", y Carrau le decía "tú no me donas nada,  tu trabajas y yo te pago". Unos inolvidables personajes como tantos que llegaron aquí, el tano cuando se enojaba decía "io soy Europeo", con El Wiston es inevitable cruzar historias como esas y recordarlas.

 


Era inevitable preguntarle a este hombre por la chalana que fue memorable en este lugar -la Pinta Roja-, la que acucia saber qué pasó con ella. Una historia trágica que involucró a cinco personas que se ahogaron en el mar en una dudosa y misteriosa situación nunca aclarada, contó: -El 13 de Diciembre de 1979 se hundió la Pinta Roja. Era una lancha de primera clase, de buena estabilidad, muy marinera. Era de Oribiel Dinegri, el hermano de Walter, mi cuñado. La lancha estaba en la Punta de la Viuda, o sea al sureste de aquí, a la vista humana, la gente la veía siempre. El mar estaba muy calmo y la tarde muy tranquila, podría estar a hora y media, no se vio barco de ninguna clase.

Llegó la noche y la lancha no llegó, se notó mucho nerviosismo en los pobladores pero no era la única vez que no llegaba, al paso de las horas y el arribo de la mañana se hizo la denuncia a la Prefectura de La Paloma. A la mañana salieron a la búsqueda a primera hora y la lancha no estaba, no se encontraron rastros de ella, el casco nunca apareció, no apareció nada. En aquella época  había muchos barcos brasileros y se especula que se podría haber enganchado a las redes y dado vuelta, se habló de muchas cosas. Los cuerpos los encontró El Cuba en la playa de la Viuda. Fue una circunstancia terrible, una tragedia. 

Las personas que iban en la lancha era el patrón Antonio Rodríguez -alias Rabanito-, a quien lo acompañaban en el rol de marineros Cándido Rodríguez, Mario Barrios, Homero Sosa y el Negrito Juan, que trabajaba como peón de montes. Se tejieron infinidad de historias, una de ella involucraba a la dictadura que se vivió por aquella época. Muchas versiones para una misma tragedia, nunca nada se pudo probar y el hecho continúa en los más profundos misterios de los anales de la historia de este lugar. Una suceso que queda abierto como esperando algún día por una respuesta que quizás ya nunca llegue. Abierto, como el dolor de varias familias que nunca supieron qué fue lo que realmente ocurrió.


Terminamos de comer nuestra fritanga de gatuzo, se terminó la caña y ya quedaba poco tabaco, la tarde había avanzado, y también estaba por acabarse. Nos despedimos con El Wiston de una sola charla que en realidad no era una despedida; sino que era un hasta mañana, para encontrarnos, para renovar un suceso que fue contado y aportar un nuevo dato o circunstancia. Es un nunca acabar, así como este lugar, una fábrica de historias y anécdotas, todas a cielo y mar abierto, al aire y al universo.

*San Luis, pueblo próximo a 18 de Julio, pasando San Miguel, por la ruta 19, con una población estimada en 800 personas.
 

 


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