Despedida a un amigo, artista, y hombre de este pueblo, Jorge Tarallo

El 19 de Setiembre del corriente murió Jorge Tarallo en este lugar. Un amigo de 40 años, el responsable -junto con Fernando- que yo viva aquí.  Se fue un entrañable amigo, un ser de luz especial, tanto como su trabajo, que fue su arte.  Hablar de él no me cuesta, si me cuesta que no esté, sus ultimas horas la pasamos juntos, me visitaba en la "comper" todas las tardes mientras yo esperaba que mejorara el tiempo para pintar y quinchar la casa. Ya hablaba muy poco, le costaba  -yo hablaba por los dos- y era muy gracioso interpretarlo solo cuando me hacía gestos, casi siempre le adivinaba lo que quería decir.

Jorge Tarallo (Braun) fue un artista universal de una talla que el tiempo se encargará de reconocer. Así sucede con los grandes. Siendo un niño de 3 años, ya hablaba poco, en una salida con su abuelo la madre le preguntó donde había ido, él le hizo un dibujo, así la madre supo donde había estado. Tenía una magia como brazo derecho que supo utilizar hasta su final, casi 50 años repartiendo arte en el mundo entero. Su prolífica carrera artística lo llevo, ya desde niño, a estar entre los elegidos. Con 15 años ganó en París un premio otorgado por Air France a la mejor escultura en arena, "El Viejo Vizcacha" fue la escusa para ganar el primer premio, de carácter mundial.

Antes de cumplir 18 años ya viajaba a Estados Unidos con su padre a pintar, pintó, pintó y pintó. Fernando me contaba que ponía un lienzo de varios metros y pintaba cuadros. Una vez -recuerdo me contó- hizo una competencia en Chicago con los mejores artistas western de USA e hizo 9 piezas en un solo día, pinto, pinto, pinto...se dice que hizo miles de obras. Sus cuadros valen miles de dólares, entrando en Internet y poniendo su nombre aparecerán las galerías con sus cuadros, en muchos países del primer mundo.

Jorge y Punta del Diablo otra etapa de su vida, recaló aquí hace más de 30 años, encontró mujer y tuvo 2 hijos además de otros 3 de anteriores relaciones. Trajo su sofisticado estilo de vida y de ser a un pueblo de pescadores que pintó, pintó y pintó. Pintó su pueblo, pinto su gente, pinto sus chalanas y su cielo. Pinto al viejo Blanco, al Cachito, a Jorge Acosta y otros que olvido sus nombres. Pintó las chalanas de la gente de aquí, pintó sus peces y sus artes de pesca, pinto al pueblo que él quería e hizo suyo, pintó los atardecer y sus colores, ese rosado azulado del horizonte -que deja el sol cuando se pone- lo dejó en sus cuadros, pintó el cielo donde vivió y murió...

En cada casa del pueblo profundo de este lugar hay una cuadro, una cerámica, una chalana de madera o alguna otra cosas que Jorge fabricó con su arte. Él dio su obra, entregó su arte, como pocos lo hacen.

Hace pocas semanas se remató un cuadro en Londres, dos meses atrás otro en Nueva York, últimamente -que se puede interpretar en años- ya no le importaba saber.
Hace un tiempo había dejado de pintar, lo impedía su mano derecha, pero comenzó a pintar con la izquierda, pinturas acuareladas que fabricaban espléndidos peces multicolores con rapidez y estilo, no dejó de pintar, pintó, pintó hasta el final de sus días.

Escribo esto un domingo en su honor, muchos de estos bajábamos a comer empanadas, hoy fui a lo de Sonia en su comercio de emergencia a pedirme unas de pescado y queso y me acordé de él. Y no estaba para acompañarme y casi me vine llorando como lo estoy haciendo ahora porque extraño al viejo amigo, el pintor, al fabricante de largas conversaciones de silencio, como él había elegido vivir en sus últimos tiempos...

Ya escribir cuesta, quiero enviar a sus hijos, Alejandra, Federico, Valeria, Juan y Andrés un apretado abrazo y decirles que se sientan orgullosos del padre que la vida les dio.

Se que te fuiste a pintar a tu Dios; esos serán los mejores cuadros que hayas pintado. Chau, te extraño mucho querido amigo.

Cacho

   

Links relacionados con Jorge y su obra en Internet

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